Hoy comencé el día haciendo un poco de ejercicio físico. Hice una excepción a mi habitual manía de abrir el buzón de correo electrónico nada más levantarme y, en su lugar, me fui al gimnasio. Cuando regresé a casa, entonces ya sí que no pude contenerme y abrí el buzón de correo. Amén de todos esos correos publicitarios que directamente borro sin prestarles la más absoluta atención, allí estaban también esos típicos y numerosos correos de aviso de Facebook: Fulanito te ha escrito una mensaje, Menganita ha colgado un enlace en tu muro, Zutanito te invita a tal o cual evento…
Sin embargo, entre toda aquella pila de correos, hubo uno que no solo me llamó la atención, sino que me sorprendió y agradó enormemente. El correo lo enviaba Don Camilo. Si no fuera porque ya falleció hace años, más de uno pensaría que me refiero a Camilo José Cela, pero no, no es ese Don Camilo. En el apartado del remitente se leía Camilo Pieschacón Velasco; en el de asunto, un escueto y significativo «Agradecimiento».
Hace muchos meses, me regalaron unas entradas para acudir a la representación de la ópera La ciudad muerta (Die tote Stadt). La memoria me traicionó y, no sé por qué extraña asociación neuronal, durante meses creí que aquellas entradas habían sido para la ópera Jenufa de Leoš Janáček, pero ahora que escribo estas líneas, doy fe de que fueron para La ciudad muerta de Erich Wolfgang Korngold en el Teatro Real de Madrid. El generoso donante de aquellas entradas fue el amable remitente del correo de marras: Don Camilo. Y su agradecimiento se debía a que hace algunas semanas le hice llegar, por medio de una de sus hijas, un libro en señal de agradecimiento por la amable donación de la que yo disfruté enormemente en el Real.
Don Camilo PIeschacón concluye su correo diciendo que por el contenido de mi web y por lo que su hija le ha contado de mí, se da perfecta cuenta de que soy una persona con infinidad de inquietudes intelectuales y que le agradaría mucho compartir manteles conmigo a su regreso a Madrid.
Pues bien, a mí me encantaría compartir mantel y buena conversación con una persona de quien puedo aprender muchísimo. Así que recojo el testigo y gustosamente acepto, Don Camilo.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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