Tras más de veinte años enseñando, muchos más de veinticinco dando conciertos, y después de muchas conversaciones con compañeros profesores y alumnos… no puedo dejar de reafirmar que el camino es la Reflexión. Muchos de nosotros, cuando éramos alumnos, hemos recibido ese tipo de educación en la que simplemente la explicación era «hazlo así o asá», «esto se hace así», «pon tu mano de esta forma…», «este fraseo es así…», sin recibir más explicación. Esto no es ni productivo ni positivo. A veces, cuando digo que enseño a tocar el piano, inmediatamente después pienso “bueno… no es exactamente eso lo que hago…” Esto es así porque siempre intento enseñar a pensar, a tener un criterio claro y a reflexionar en cómo hacerlo, en definitiva todo lo que se esconde detrás de cada decisión que un pianista toma al llevar una obra al escenario y sobre todo que ocurre durante el tiempo de estudio que requiere. Naturalmente que hay técnica y no sólo interpretación pero desde la técnica a la interpretación hay una forma razonada de hacerlo, existe siempre un “porqué” que se debe contar y explicar, que constituye en realidad la esencia y es lo más importante. El “cómo” es lo que marca la diferencia en la interpretación de una obra, es aquí donde la palabra «interpretación» cobra todo su sentido pleno. La música no es una ciencia, pero sí tenemos, una serie de criterios objetivos sobre los cuales sentamos las bases de una decisión a todos los niveles, desde escoger una digitación, elegir el momento para realizar una respiración, hasta el contenido emocional o sentido estético que queremos darle y ofrecer, está condicionado por un criterio claro con base en la experiencia y el conocimiento de esos “porqués”.
Es muy gratificante como profesor de una clase o grupo de alumnos que venga un alumno y te diga cómo ha pensado un pasaje, o el sentido que él quiere darle, después de haber recibido de ti el marco y las herramientas para que decida qué buscar, qué puede hacer y las opciones entre las que elegir. Creo que formar así conlleva educar en la responsabilidad y libertad, dotando al alumno de gran seguridad en sí mismo y de una autonomía real inestimable. Y lo que me parece fundamental: una apreciación consciente de lo que está desarrollando. Para lograr estos objetivos, hay que tener el tiempo que requiere poder escucharles, prestar atención a todo lo que tienen que decir, y animarles a pensar, a reflexionar tanto en los errores como en los aciertos. Solo podemos apreciar aquello de lo que somos conscientes, esté bien o mal.
Es verdad que el tiempo limitado en el aula -y, sobre todo, la necesidad de ver todas las obras del programa-, permite pocas oportunidades de tener momentos de reflexión y diálogo con los alumnos. Es más rápido y práctico a corto plazo imponer que hacer comprender, pero a medio-largo plazo es más efectivo y formativo sentarse, explicar y razonar. Entiendo los motivos por los cuales algunos compañeros, no pueden realizar en el conservatorio este tipo de educación, ya que la programación extensa, los cambios de profesor muy continuados, y la falta de paciencia y tiempo por parte de los alumnos lo hacen difícil. Es imprescindible dedicar tiempo no sólo a tocar y tocar las obras corrigiendo constantemente. Es preferible plantear todo desde un principio y mientras se está estudiando.
Esto sirve y es aplicable también a la vida, ofrece al alumno la capacidad de tener una mayor conciencia y consciencia de todo lo que le rodea, de poder saber qué hacer con determinación, y de valorar y reflexionar mejor sobre las decisiones que uno toma en todos los ámbitos.
Julio César Setién
Pianista pedagogo, intérprete y emprendedor
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