En Madrid hay un teatro que un día fue cine. De aquel nombre original con el que lo bautizaron conserva lo «monumental». Hoy, quizás, es un edificio que pasa inadvertido. Lo diseñó y construyó un arquitecto nacido en Bermeo con un apellido muy vasco: Teodoro de Anasagasti. De 1910 a 1914, Teodoro pasó por la Academia de España en Roma, esa institución que Emilio Castelar había impulsado en 1873 durante una efímera república —un suspiro— y que hoy, más de ciento cincuenta años después, perdura. A Teodoro le hizo el encargo el empresario catalán Carlos Viña Sagarra, dueño de la Gran Empresa Sagarra, constituida en Madrid el 31 de marzo de 1920 y propietaria de varios cines. El empresario murió en Cercedilla, en mayo de 1923, así que no le dio tiempo a disfrutar del Monumental Cinema que se inauguró en octubre de ese mismo año. Fue el primer edificio construido con hormigón armado en un estilo que se conoce como racionalismo madrileño.
Teodoro murió en Madrid durante la guerra civil, en 1938. Tenía 58 años de edad. Jamás sabremos cuántos edificios más hubiera llegado a construir. Suyos son el Real Cinema de la Plaza de Isabel II, el Teatro Pavón, los Almacenes Madrid-París de la Gran Vía, la Iglesia anglicana de San Jorge de la Calle Núñez de Balboa… Pero Teodoro no fue un simple arquitecto. Fue viajero, profesor, pensador, crítico, cronista, escritor. Dejó numerosos artículos y libros que bien merecen una lectura: Enseñanza de la arquitectura, Ironía de las construcciones, Hundimientos. Grandes estafas de la construcción, El futuro Madrid… De ello da buena cuenta la historiadora del arte Mónica Vázquez Astorga en En busca de una arquitectura de identidad nacional: Teodoro de Anasagasti y Algán.

En Madrid hubo un cine que hoy es teatro y sede de una orquesta. Allí, todas las semanas la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE ofrece conciertos desde el año 1988. Y también en ese Teatro Monumental, que un día fue cinematógrafo, se celebra todos los años, desde hace veintinueve, el Ciclo de Música de Cámara en los Conciertos de Radio Clásica. Los sábados por la mañana, a medio día, de enero a marzo, uno puede deleitarse con esa música que en su día, antes de que apareciesen los registros sonoros, vinilos, cedés, emepetrés y plataformas digitales que hoy nos abruman, las personas interpretaban en sus casas, en los salones, esa mal llamada música de cámara que a mí me gustaría que la mayoría de las personas conociesen como «música de intimidad», porque es íntima, aunque hoy se programe en los teatros. Esa música íntima fue compuesta originalmente para interpretarse en casa, por los amantes de la música, que se reunían cuando aún no existían los medios de reproducción que han gobernado el siglo XX y que hoy, ya terminando el primer cuarto de siglo XXI, imperan en un mundo cada vez más digitalizado y artificialmente inteligente.
Quizás a este Ciclo de Cámara le ocurra, ya lo dije, lo que al Teatro Monumental: pasa inadvertido. Y llama la atención, porque siendo la Radio Televisión Española una empresa tan grande y con tantísima capacidad de difusión, este ciclo, y por lo general la cultura, pasan sin pena ni gloria por esa casa. Rentan más el politiqueo, las rencillas entre cadenas televisivas y el entretenimiento de corte sentimental y amoroso. Todos deberíamos estar orgullosos de tener una orquesta y coro como los de RTVE. Unos por pereza y la mayoría por desconocimiento, ignoran lo que se están perdiendo.
Este año, el Ciclo consta de diez recitales en los que cada sábado a medio día, desde el 25 de enero al 29 de marzo, los profesores de la orquesta y coro difunden el repertorio de esa música que se hace con recogimiento, con intimidad. Es una oportunidad para ver a los músicos más de cerca y también para darse cuenta de que los músicos son personas, no entes abstractos que conforman una orquesta. Cada uno de los profesores que conforman la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE es, por sí mismo, un músico de excelente calidad, por mucho que su personalidad se disuelva al servicio de la orquesta.

El primero de los recitales con el que se inauguró este Ciclo se tituló Grandes sextetos de cuerda. Quienes acudimos a escuchar a los músicos en directo pudimos disfrutar del Sexteto en la mayor, op. 48 de Antonin Dvorák y el Sexteto n.º 1 en si bemol mayor, op. 18 de Johannes Brahms. Dos compositores del siglo XIX y dos obras que los profesores Yulia Iglinova y David Mata al violín, María Cámara y Alicia García a la viola, e Irina Comesaña y Javier Albarés al violonchelo interpretaron con maestría y muchísima musicalidad. Quienes lo deseen pueden disfrutar de ese recital escuchando el registro sonoro que de él ha quedado en Radio Clásica. Ya adelanto que nunca será lo mismo que verlo y escucharlo, de sentirlo, en directo, pero a falta de pan, buenas son tortas.
Aún quedan nueve oportunidades más para optar por el recogimiento y la intimidad que esta música ofrece. Acérquense a ese teatro cinematógrafo que Teodoro de Anasagasti diseñó y construyó entre 1922 y 1923. Den rienda suelta al deseo exclusivo de conocer, de saber, de sentir.