Qué cosa extraña es la vida. A veces. Bueno, a veces para quienes tenemos el privilegio o padecemos la maldición —que según se mire somos privilegiados o estamos malditos— de tener consciencia y poder pensar, sentir la extrañeza que produce esa «cosa» que llamamos vida, como si fuera una tercera persona ajena, cuando en realidad formamos parte de ella, somos ella; no la vivimos, sino que la estamos viviendo. A un ser vivo sin consciencia, animal o vegetal, poco le importa eso que llamamos vida y menos aún la vida humana. Sencillamente, vive sin más preocupación que la de alimentarse, relacionarse más o menos según convenga, reproducirse y defender su espacio vital. Seres que no son conscientes de la vida, pero que viven, la están viviendo; seres que no son conscientes de la muerte, pero que mueren definitivamente y una sola vez, en un instante. ¡Con lo sencillo y fácil que sería una vida con consciencia limitada! No preguntarse por qué fallan las cosas, sino simplemente hacerlas y cuando fallen empezar con renovada energía, como cuando se destruye un hormiguero y la hormiga lo construye de nuevo sin sufrimiento, con tan solo, quizás, algo de desgaste físico. No preguntarse por qué fallan las relaciones personales, sino simplemente relacionarse y cuando fallen construir otro «hormiguero» porque se está viviendo.
Pero somos conscientes los humanos. En mayor o menor medida. Tenemos una consciencia frágil, quebradiza y cada cual a su manera. Somos conscientes de la vida, aunque a veces, muchas veces, nos creamos que es algo ajeno que nos sucede, cuando realmente nos estamos sucediendo en ella. Somos también conscientes de la muerte, aunque nos creemos inmortales hasta que nos morimos cuando a cada uno le toca. Porque la muerte, sí, también la vemos como a una tercera persona, una «persona» que viene y se nos lleva… cuando, en realidad, somos nosotros quienes nos vamos. Vivimos con miedos, vivimos con alegrías, vivimos con inseguridades, vivimos con incertidumbre, vivimos con comodidades. La vida y nuestros momentos en ella, esos momentos de los que somos medianamente conscientes. Nuestros momentos vitales. Como contemplar, que ya no solo ver, el rostro del ser amado, el olor a café por las mañanas, ese aroma que nos recuerda que estamos no ya vivos, sino que estamos viviendo; trascender sin que la muerte sea una objeción para vivir, para estar viviendo, para seguir viviendo, para hacer esas cosas que de verdad nos interesan y que queremos para siempre, porque para siempre nos queremos siendo auténticos. Afirmar radicalmente lo que hemos querido, lo que deseamos y seguir adelante con los pies en la tierra, aquí y ahora, presentes y fraguando el futuro. Sí, ¡qué cosa extraña es la vida!
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
Reserva tu proceso de coaching aquí
También puedes encontrarme y conectar conmigo en:
Facebook Michael Thallium y Twitter Michael Thallium