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¿Temes el libre albedrío? Entonces practica el "libre desalbedrío"

¿Temes el libre albedrío? Entonces practica el "libre desalbedrío"

Artículo en inglés por JOSEPH GRENNY (Adaptado al español por MICHAEL THALLIUM).

Tenemos mucho menos control sobre nuestra conducta de lo que creemos.

Change AnythingEl psicólogo Benjamin Libet demostró que podía predecir con un 80% de exactitud si un individuo iba a pulsar un botón determinado siete o diez segundos antes de que el propio individuo “supiera” que quería pulsarlo. Parece que muchas de las fuerzas personales, sociales, medioambientales y otras que dan forma a nuestras elecciones activan varias neuronas de nuestros cerebros y contribuyen colectivamente a elaborar nuestra últimas intenciones de una manera inconsciente. Estas partes de nuestro cerebro hacen campaña para que actuemos mucho antes (en términos de tiempo cerebral) de que “sepamos” lo que vamos a hacer. Esta investigación es toda una petición de principio: ¿es la fuerza de voluntad un producto de nuestra imaginación?

El mes pasado estuve en una reunión en San Francisco con un grupo de destacados expertos internacionales en empresa. Según transcurría la mañana, nuestro anfitrión nos agasajó con algunas delicias. Rápidamente aprendí que la seriedad no es obstáculo para que uno responda ante los M&M. Mientras se distribuían unos cuencos con chocolates cubiertos de una capa de caramelo de brillantes colores, estos financieros e inversores de capital de riesgo de primera línea se espabilaban, se alborotaban y se inclinaban hacia delante para tomar un puñado de felicidad.

Cuando el anfitrión llegó al sofá donde me sentaba con otro hombre, le oí mascullar entre dientes: “¡Oh no, ahí va la dieta!”. Me volví hacia él y le dije: “¿Quiere algo de ayuda?” Me miró con desesperación y dijo: “¡Sí!”

Me incorporé, tomé mi cuaderno y lo puse sobre el cuenco de M&M que estaba en la mesita de enfrente ofreciéndonos sus tesoros como el escaparate de una tienda de golosinas. El efecto sobre mi amigo fue inmediato. Fue como si el propietario de la tienda de golosinas bajase las persianas de la tienda. Mi amigo se calmó. Su respiración se hizo más regular. Y a pesar de que los M&M no se habían alejado de él más de lo que estaban unos segundos antes, mi amigo resistió las horas de reunión que quedaban sin sucumbir ni siquiera una vez al canto de sirena de aquel cuenco.

Quizás no tengamos tanto libre albedrío como creemos, pero eso no significa que no podamos desempeñar un papel activo en formar nuestra conducta. El periodista Michael Shermer sugiere que el modo de lograrlo es practicando el “libre desalbedrío”. Mientras que los impulsos para actuar de cierta manera están inevitablemente sujetos a las distintas fuentes de influencia que nos rodean, podemos elegir no solo no responder a ellos, sino aplacarlos o cambiarlos.

El neurocientífico Marcel Brass repitió el experimento de Libet, pero dio una vuelta de tuerca más. Esta vez, dio a los individuos la oportunidad de vetar la decisión de pulsar el boton en el último minuto. Brass encontró que hay una parte determinada del cerebro llamada lóbulo frontomediano dorsal izquierdo que se activa durante los esfuerzos para inhibir las acciones. Dicho de otro modo, parece que es la zona donde se activan nuestros músculos del “libre desalbedrío”. Llamémoslo “la tapa del cuenco de M&M” en nuestros cerebros.

Creo que Shermer lleva razón al enfocar nuestra atención en el “libre desalbedrío” antes que en el “libre albedrío”. Mis compañeros y yo hemos llegado a la misma conclusión. Las grandísima cantidad de pruebas que las ciencias sociales nos han dejado durante las pasadas décadas sugieren que los humanos tenemos poquísimo control sobre nuestra conducta. Somos increíblemente fáciles de manipular. Gastamos, comemos, hablamos, votamos, trabajamos y jugamos de maneras que están moldeadas profundamente por unas fuerzas que subestimamos terriblemente. Pero ello no significa que tengamos que ser de esta manera. Si empezamos por aceptar que tenemos muy poco libre albedrío, podremos poner nuestra atención en nuestro “libre desalbedrío” volviendo a dar forma a las fuentes de influencia que nos moldean. Al final, retomamos el control, pero solo que de un modo menos directo.

Joseph Grenny es coautor de varios libros con éxito de ventas, entre los que se encuentran “Influencia positiva”, “Change Anything: The New Science of Personal Success” (Cambie cualquier cosa: la ciencia del éxito personal), “Conversaciones cruciales”. Grenny es un renombrado conferenciante, consejero y experto en el cambio de conductas personales y corporativas. Síguele en Twitter @josephgrenny o Facebook AQUÍ.

If you wish to read the original in English, please visit the blog Change Anything.

If you wish to read the original article, please visit the blog Change Anything

Article written by JOSEPH GRENNY


We have much less control over our behavior than we think.

Change AnythingThe psychologist Benjamin Libet showed that he could predict with 80% accuracy that a subject was going to push a particular button seven to ten seconds before they “knew” they wanted to push it. It appears that the many personal, social, environmental and other forces that shape our choices nudge various neurons in our brain and collectively contribute to our ultimate intention in a way that is outside of our awareness. These parts of our brain are campaigning to get us to act a certain way long (in cerebral time) before we “know” what we’re going to do. This research begs the question, “Is willpower a complete figment of our imagination?”

Last month I was in an all-day meeting in San Francisco with a pretty sophisticated group of international business experts. As the morning wore on, our host brought out treats. I quickly learned that sophistication does not dull one’s response to M&Ms. As bowls of the brightly colored candy-coated chocolates were distributed around the room, these hot-shot financiers and venture capitalists perked up, wiggled with glee and leaned forward to retrieve a handful of happiness.

When the host reached the couch on which I sat with another man, I heard him mutter, “Oh no, here goes my diet.” I turned to him and said, “Want some help?” He looked at me despairingly and said, “Yes!”

I leaned forward, picked up my note pad, and placed it over the M&M bowl that sat on the coffee table in front, offering its bounty like a candy shop window. The effect on my friend was immediate. It was as though the candy store proprietor pulled a window blind. My friend relaxed. His breathing became more regular. And in spite of the fact that the M&Ms were no further from him than they had been seconds earlier, he endured the remaining hours of our meeting without even once succumbing to the bowl’s siren call.

Perhaps we don’t have as much free will as we think we do. But that doesn’t mean we can’t take an active role in shaping our own behavior. The journalist Michael Shermer suggests that the way to do so is by exercising our “free won’t.” While the impulses to act a certain way are inevitably tied to the various sources of influence that happen to us, we can choose not only to not respond to them, but to blunt or change them.

The neuroscientist Marcel Brass repeated Libet’s experiment, but added a twist. He gave subjects the opportunity to veto a decision to push a button at the last minute. Brass found that there is a particular part of the brain called the left dorsal frontomedian that gets all fired up during efforts to inhibit actions. In other words, this seems to be where our “free won’t” muscles live. Let’s call it the “cover the M&M bowl” part of the brain.

I think Shermer is right to refocus our attention on “free won’t” rather than “free will.” My colleagues and I have come to the same conclusion. The vast evidence of the social sciences of the past decades suggests that human beings have remarkably little control over their own behavior. We are incredibly easy to manipulate. We spend, eat, talk, vote, work and play in ways that are profoundly shaped by forces we grossly underestimate. But it doesn’t have to be this way. If we start accepting how little free will we have, we can refocus our attention on our free won’t–by reshaping the sources of influence that shape us. In the end, we’re back in control, but just a little less directly.

Joseph Grenny is a co-author of several best-selling books, including Change Anything: The New Science of Personal Success. He is a renowned speaker, advisor, and expert on personal and corporate behavior change. Follow him on Twitter: @josephgrenny or Facebook HERE.

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