Blog > 
Diego Fortes, de meigo a maestro

Diego Fortes, de meigo a maestro

A Diego Fortes lo conoció Michael Thallium allá por el año 2019. Pronto se ganó el apelativo de «El meigo de Allariz» —‘meigo’ es la palabra gallega que designa al ‘mago’— porque fue allí donde nació, un pueblo de la provincia de Orense, en Galicia (España) y porque sus cualidades musicales y artísticas, junto con un oído finísimo y una sensibilidad muy especial, le hacen descubrir matices sonoros insospechados en la música y hacer magia con la batuta. Antes de dedicarse de pleno a la dirección orquestal, Diego fue un oboísta de primera línea, pero dejemos que sea él mismo quien se presente:

 «Desde muy pequeño, la música llegó a mi vida de formas muy diversas. En el  pueblo donde me crié, todos mis amigos iban a una actividad que se llamaba, gaita y música tradicional. Así mismo, mi abuelo había sido músico de las primeras bandas de la provincia de Ourense, tocando diversos instrumentos de metal, que a posteriori, sería lo primero que me ponen en las manos.

Después años en la música tradicional, me inicio en el conservatorio en la especialidad de oboe. Poco a poco las cosas iban funcionando bien hasta un profesor me cambia la vida y me dice que me mude a Madrid a estudiar con él. Luego de años estudiando en Madrid y, posteriormente, en Salamanca, se vuelve a cruzar en mi camino un maestro con el que me voy a estudiar a Paris.

Llevando relativamente poco tiempo en las bandas y en la música clásica, siempre supe que había dentro de mí un fuego que me encaminaba a la dirección, arte que me apasionaba y cuyo desempeño guardaba en silencio para que no me tildaran de loco. Durante mis últimos años de estudio, me animo a realizar varios cursos con diversos maestros, y ese fuego y pasión hacia la dirección se va haciendo cada vez más candente, un fuego incesante. 

Con diecisiete años, se me presenta mi segunda gran pasión. Me proponen tocar al oboe La verbena de la Paloma y Rigoletto con muy pocos días de diferencia, pero me armo de valor, o inconsciencia, y me animo a tan gran reto, sin antes nunca haber tocado nada por el estilo. El gran reto se convierte en una experiencia que marcaría para siempre mi vida dado que disfruté cada nota, cada armonía, cada silencio y cada dúo en el que podría acompañar a los cantantes con total naturalidad y facilidad. Algo nuevo había nacido en mí…

Después de varias experiencias y algunos sinsabores dentro de la música, me animo a empezar mi vida retomando mi primera gran pasión, la dirección de orquesta. Tengo la inmensa suerte de que en mi camino se cruce mi gran maestro, Cristóbal Soler, que con una frase reveladora, que para nosotros quedará, me anima a entregarme a la dirección y, sin saberlo ni pretenderlo directamente, me ayuda a iniciarme como director en mi otra gran pasión, la ópera. 

El mundo de la dirección lo empiezo desde abajo, dirigiendo grupos de niños, normalmente de viento para ir subiendo poco a poco de nivel y conocer el oficio desde abajo y desde dentro. ¡De dentro a fuera y del revés! Aunque fuera poco a poco, con mucha dedicación y entrega, cada ensayo se convertía en una gran experiencia para mí. Tanto es así que sólo deseaba que llegara el día siguiente para volver a vivirla. 

Durante estos años, y luego de mucha entrega y trabajo, tuve la suerte de poder dirigir varias orquestas tanto semi profesionales como profesionales y pude asistir y colaborar con diversos maestros que me insisten en la facilidad y naturalidad para acompañar a cantantes y la gran intuición natural que eso requiere. 

Dirigir es mi gran pasión y mi gran vocación, para lo que me he estado preparando durante años y para lo que mi vida está totalmente entregada. Es el momento de aprovechar cada oportunidad que se presente dando lo mejor de mi y pudiendo mostrar que mis pasiones serán para siempre el centro de mi vida.

No lo he dicho, pero también es algo muy importante en mi vida: mis perros. Son ellos quienes me acompañan y se convierten en paciente público durante las largas horas de estudio y ensayo en la soledad de mi casa, en una pequeña aldea de Galicia.»