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Jorge Santayana, personas y lugares

Jorge Santayana, personas y lugares

Jorge Santayana, persons and placesEscribo estas letras mientras escucho a Musica Ficta interpretar el Requiem de Tomas Luís de Victoria. Elegí esta música por razones prácticas. Victoria nació en la provincia de Ávila, fue un sacerdote católico y, posiblemente, el más grande compositor de todos los tiempos. Pasó parte de su vida en Roma y murió en Madrid en 1611. Comenzó como niño cantor en el coro de la catedral de Ávila donde se formó como músico antes de marcharse a Roma, donde magistralmente escribió bellísima música. Bueno, vale, ¿y qué? ¿Cuáles son esas razones prácticas? Permítaseme primero decir que no es sobre Tomás Luís de Victoria de quien quiero escribir, sino de otro hombre nacido más de 250 después de la muerte de Victoria: Jorge Santayana. Bueno, vale… ¿y qué? ¿Qué hay de práctico en esas razones? Bueno, Santayana nació en Madrid y pasó su primera infancia en Ávila antes de mudarse a los Estados Unidos, donde se hizo filósofo, ensayista, poeta y novelista. Bueno, vale, ¿y qué? A Santayana le encantaban las catedrales y murió en Roma. ¿Sigues sin atar cabos? Madrid, Ávila, Roma…

Creo que debería antes explicar como encontré a Jorge Santayana —todo un encuentro fortuito—, de quien jamás antes en mi vida había oído hablar. Por supuesto, dado que murió en 1952, no quiero decir que me encontré con él en persona a no ser que estuviese yo muerto —¡toquemos madera!— y que tuviera ese extraño poder de regresar a la vida desde el más allá. No, mi encuentro con él fue más intelectual que físico. Di con su nombre leyendo Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado de Juan David García Bacca, otro filósofo español. Me llamó la atención, porque no había oído hablar antes de él. Inmediatamente, mi atención se tornó curiosidad al averiguar algunas cosas de su vida y saber que Santayana había escrito toda su obra en inglés. De hecho, cambió su nombre español “Jorge” por “George” —pronunciado ‘yorch’— y se le considera uno de los más grandes escritores estadounidenses del siglo XX. Sin embargo, Santayana jamás renunció a su nacionalidad española. ¡Eso me resultó muy chocante! ¿Cómo era posible que un español nacido en 1863 se convirtiese en hombre de letras estadounidense? Después de investigar un poco, me las arreglé para comprar uno de sus libros, Persons and Places (Personas y lugares), que encargué en una pequeña librería de lance y viejo del centro de Madrid llamada Menosdiez. Quería comprobar si verdaderamente Santayana era tan buen escritor como decían. En su día, fue candidato a los premios Pulitzer por su exitosísima novela The Last Puritan (El último puritano), pero nunca le concedieron el premio, al parecer porque no era ciudadano estadounidense y mantuvo el pasaporte español. Ni qué decir tiene que para verdaderamente leer a Santayana, hay que hacerlo en inglés, aunque “a falta de inglés buenas son traducciones” —las traducciones de sus libros, que las hay, no puedo juzgarlas.

¡Y vaya que si es un buen escritor! En su autobiografía Persons and Places, que escribió cuando ya era casi octogenario, Santayana describe genialmente una vida de logros académicos, viajes y filosofía. El libro se divide en dieciséis capítulos en los que habla de sus orígenes y primera infancia en España, su adolescencia en Boston, sus logros en la universidad de Harvard, ya de adulto, y su regreso a Europa al renunciar a la cátedra de filosofía en Harvard cuando tenía 48 años.

Puede que Jorge Santayana sea el escritor que mejor escribió sobre España en inglés. Y por supuesto que leer Persons and Places es un gran ejercicio para aquellos de nosotros que quieren dominar la lengua inglesa —o en su defecto, cualquier otra y el conocimiento de la vida a finales del siglo XIX y principios del XX en Estados Unidos, España y Europa. Por todo lo que respecta a él mismo, a su pensamiento o su felicidad, Santayana cruzó el desierto más de una vez en la vida; así que cuando rememora todos sus años pasados, Santayana ve objetos, ve acontecimientos públicos, ve personas y lugares, pero no se ve a sí mismo. Su vida interior, según la recuerda, parece concentrarse en unos cuantos oasis, en unos cuantos lugares de descanso, verdes posadas o santuarios, donde el ocupado viajero para a descansar, pensar y ser él mismo. Es probable que ahora tú que me lees entiendas las razones prácticas por las que elegí la música de Victoria mientras escribía estas palabras. Si aún no lo entiendes, no te preocupes. Quizás algún día ates también cabos.

Michael Thallium

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SantayanaEnI am writing these lines while I am listening to Musica Ficta perform the Requiem by Tomas Luis de Victoria. I chose this music for practical reasons. Victoria was born in the province of Avila. He was a catholic priest and arguably the greatest Spanish composer of all times; he spent part of his life in Rome and died in Madrid in 1611. He became a choirboy at Avila Cathedral were he was trained as a musician before leaving for Rome, where he masterfully wrote the greatest music. So, what? What are those practical reasons? Let me first tell you that it is not Tomas Luis de Victoria the one I want to write about, but another man born over 250 years after Victoria’s death: George Santayana. So… what? What is still practical about your reasons? Well, Santayana was born in Madrid and spent his early childhood in Avila before moving to the United States, where he became a philosopher, an essayist, a poet and a novelist. So, what? Santayana loved cathedrals and died in Rome. Can you connect the dots? Madrid, Avila, Rome…

I think I should first explain how I came across George Santayana —quite a chance encounter by the way—, whom I had never heard of in my life. Of course, since he died in 1952, I do not mean I met him personally unless I were dead —knock on wood!— and had that strange power of coming back to life from the afterworld. No, my encounter with him was a bit more intelectual than physical. It was reading Invitation to Philosophizing Following The Spirit and Writings of Antonio Machado (“Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado”) by Juan David García Bacca —another Spanish philosopher— that I read the name “Jorge Santayana”. It caught my attention, because I had never heard of him before, and my attention turned into curiosity when I found out about him and got to know that Santayana had written all of his books in English. Actually, he changed the Spanish name “Jorge” —roughly pronounced ‘Horhey’— by “George” and he is considered one of the greatest American writers of the 20th century. However, he always remained Spanish. That was striking to me! Was it possible that a Spanish born in 1863 would turn into an American man of letters? After a little research I did, I manage to buy one of his books, Persons and Places, at Menosdiez, a little second-hand bookshop in Madrid downtown. I wanted to try and see whether he really was such a great writer as they said. Santayana had been a nominee to the Pulitzer Prize for his novel The Last Puritan (1936), but he was never awarded with the prize, apparently because he was not an American citizen and had always kept his Spanish passport.

And what a great writer he is indeed! I loved Persons and Places, an autobiography written at his late 70s where he beautifully describes an amazing life of academical achievements, travelling and philosophy. The book is divided up into sixteen chapters where he speaks about his origins in Spain, his teenage years in Boston, his achievements at Harvard University as an adult and his later return to Europe when he quit Harvard at age 48.

George Santayana may be the writer —not only prose but poetry as well, see A poet’s testament and O World who best wrote about Spain in English. And for sure reading Persons and Places is a great exercise for those of us who want to master the English language and the knowledge about life in the late 19th and early 20th centuries in the United States, Spain and Europe. In all that regards himself, his thoughts, or his happiness, Santayana crossed a desert more than once in his life; so that when he looks back over those years, he sees objects, he sees public events, he sees persons and places, but he doesn’t see himself. His inner life, as he recalls it, seems to be concentrated in a few oases, in a few halting places, Green Inns, or Sanctuaries, where the busy traveller stopped to rest, to think, and to be himself. Now you may understand the practical reasons why I chose the music of Victoria while I was writing these lines. If you don’t, don’t worry, maybe someday you too will connect the dots.

Michael Thallium

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