El médico, escritor y escultor José Antonio Abella falleció el pasado viernes 5 de julio de 2024, justo cuando España jugaba un partido de fútbol contra Alemania. Tras varios años luchando contra el cáncer, haciendo el símil, Abella jugó el partido y la prórroga. Le quedaban solo los minutos de descuento… o los bises para terminar el concierto. Se marchó durmiendo apaciblemente en compañía de su mujer y sus hijos, tal y como él quiso.
Quienes deseen escuchar su voz, pueden hacerlo en estos dos episodios de la serie Sapere aude – Atrévete a saber:
Desde Etimogogia expresamos nuestro cariño y condolencias a su esposa, María Jesús; a sus hijos, Héctor y Óscar; a sus hijas políticas, Isis y Natacha; a sus nietos, Arturo, Nahuel y Lucía; a sus hermanos, Santiago, David y Belén; a sus hermanos políticos, sobrinos, primos y amigos, especialmente a los escritores Ignacio Sanz y Tomás Sánchez Santiago.
Aquí un poema que escribió el propio José Antonio Abella:
LA FELICIDAD ERA ESTO
Nadie lo sabía,
al menos de niños,
cuando la inocencia
todo lo compensa.
Crecimos creyendo
en grandes palabras,
en campanas huecas.
Dios. Eternidad.
Amor que no cesa.
Y Felicidad:
¡el gran objetivo,
la única meta…!
Como viejos barcos
hacia las Américas,
todos los esfuerzos
apuntan a ella.
Luego el continente
se transforma en isla
y después la isla,
en grano de arena…
¿Fracaso…?
Ninguno.
Quien abre los ojos
es justo que vea.
Tal es el secreto
de vivir los días
con las manos llenas.
Ser feliz, tan solo,
es hacer balance
de las piedras blancas
y las piedras negras.
Lo hacían los tracios
al fin de sus vidas.
Sumar los instantes
que fuimos felices
es ya darse cuenta
de que sí lo fuimos,
al menos un día,
una hora al menos.
Sumar los abrazos,
sumar cada beso,
cada voz risueña,
cada sueño justo,
cada brisa fresca,
cada logro limpio,
cada paso dado
en tus metas propias
y en ajenas metas…
En eso consiste
una vida plena.
No estado perpetuo,
no placer sin fondo,
no todo sonrisas,
no todo tristezas.
Pequeños milagros
apenas visibles
por claros que sean:
el hijo que nace,
la Tierra que gira,
la hoja que cae.
Tener en los dedos
un grano de arena
es tener el mundo,
el sol, las estrellas.
Quien comprende esto
todo lo comprende.
Ser feliz, al cabo,
es decidir serlo.
Hoy más que nunca celebramos con emoción la vida, obra y legado de José Antonio Abella.
Siempre estarás en nuestros corazones.
Descanse en paz.